Los hoteles son una vaina seria. Al menos los hoteles donde me hospedo, o donde me hospedan, cuando viajo por trabajo. Todos se parecen mucho: son blancos, limpios, casi asépticos, de largo pasillos y alfombras aburridas e interminables. Todos tienen una o dos camas, con una o dos almohadas, un televisor, uno o dos teléfonos, una ventana, muy pocas veces un balcón, un baño, una mesita de noche, una o dos lámparas pequeñas, los menos una lámpara alta, flaca, desgarbada, impersonal.
Hace tiempo dejé de recorrer las habitaciones que me tocan. Ahora me limito a echarles un vistazo, apenas para saber dónde está el control remoto, dónde el teléfono por si me dan a la vez hambre y flojera de salir. A veces sí recorro el pasillo, a ver si hay una máquina de fabricar hielo, pero son poquísimos los que tienen una, o quizás es que hace tiempo que no las busco. Aunque me gustan mucho las máquinas de fabricar hielo, hay algo de poético en su nombre, o musical... ¿no se llamaba así un grupo de rock argentino de hace muchos años? Pero no era hielo, eran pájaros. Igual son máquinas mágicas. Imagino una de esas películas cuyo drama transcurre en el desierto y me provoca meter la mano en medio de los miles de cubos de hielo y luego alzarla cual descubridor de un tesoro inmenso mientras los cubitos caen a los lados, brillantes, cual pequeñas joyas. Pero hace años que no las busco.
Al final no es otra cosa: los hoteles donde me hospedo, o donde me hospedan, cuando viajo por trabajo, no me causan la menor emoción.
Quizás es porque no está D. Creo que realmente esa es la razón principal.
A veces les tomo fotos.
Comentarios
saludos
Desde hace 6 meses ya no viajo por trabajo, pero el año pasado sí y mucho.
Y como tu, de inspeccionar hasta debajo de la cama a tumbarme en ella y dejar pasar el tiempo hasta el dñia siguiente!
Saludos desde Barcelona.
Intoku, placer conocerlo! Gracias por el comentario. ¿Y como está Barcelona? Me encanta esa ciudad...