De aduanas e inmigraciones: Dominicana

Cuando uno pasa por la aduana de Santo Domingo, es decir en el Aeropuerto Internacional de Las Américas (bonito el nombre, por cierto, o al menos rimbombante) hay que tener preparados diez dólares, si uno es turista venezolano. Esto es porque hay que comprar la "tarjeta de turismo", incluso aunque uno no sea turista. No ha que confiarse en la forma blanca muy formal ella, que dan en los aviones, pues no sirve para nada, aunque pueden usarla de posavasos para el café o el refresco que dan en el vuelo.

Quienes viajan con viáticos deben tomar en cuenta que de esos diez dólares (no aceptan otra moneda que no sea dólares, no aceptan ni siquiera pesos dominicanos, gran paradoja dominicana por resolver) no les va a quedar recibo por más que lo pidan. Ni modo.

Pasar las casillas de inmigración no es complicado. No hay que prestarle atención tampoco a si tienen el cartel de "extranjeros" o de "residentes", pues los oficiales de inmigración no le paran ni medio cacahuate a los letreritos esos. Y hay bastantes casillas, eso es muy bueno para agilizar las colas o filas que se forman.

Después de eso hay que esperar las maletas, si anda uno con equipaje grande, o pasar directo a los oficiales de aduana. Si uno anda con mucha mala suerte, le tocará a uno un 'moreno' de las esquinas, que aprovecha lo alejado para comentar muy seriamente y en voz baja: "Soy oficial de narcóticos" y seguidamente algo como: "¿No tiene para contribuir con algo? Para hacer el trámite más rápido". Se le dan diez dólares y listo. Claro que esto puede suceder una de doscientas veces. Cuando no sucede, lo hacen a uno abrir las maletas, por lo general la que ven más grande, medio magrean la ropa cuando hay poca gente, o la miran por encimita cuando hay mucha esperando, la empujan un poco hacia adelante en el mesón y "El siguiente".

Después de eso, a salir al calor sofocante y sabroso típico de cualquier isla del Caribe.

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