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El Ajedrez



Hace poco leía en un blog referido por Jorge Letralia, acerca de la decadencia de los Grandes Maestros de Ajedrez, en especial aquellos de la europa oriental y antigua unión soviética, quienes a veces andan de torneo en torneo tratando de ganarse unos cuantos euros para subsistir. Se parece leer entre líneas en el artículo este, la decadencia paralela del Ajedrez mismo, opacado o disminuido su glamour al poder ser imitado por pequeñas máquinas sin pensamiento ni sentimiento, sin táctica ni estrategia, sin cara ni corazón.

Yo invertí mucho tiempo de mi juventud en aprender y dominar, pobremente lo admito, la espectacular magia de este arte o deporte o como quiera llamárselo. Aprendí acerca de Expertos y Maestros Nacionales, Maestros y Grandes Maestros Internacionales y Campeones Mundiales. Me maravillé con las historias casi sobrehumanas de genios como Capablanca, Fisher y Spasky. De la sabiduría y tesón de los soviéticos. Aún aplico máximas aprendidas de aquella época, como la del Gran Maestro Tigran Petrosian, experto en el difícil arte de no ganar (tenía el record de partidas terminadas en tablas o empate) quien decía "Es mejor tener un mal plan, que no tener plan alguno".

Cada cierto tiempo se me despierta de nuevo el duende travieso del vicio ajedrecístico, aquel que me daba el ánimo necesario para mantenerme despierto jugando con los panas de la Universidad, o de la Casa del Ajedrez del Estado Lara, hasta las tantas de la madrugada, que me incitaba a gastar mis pocos ahorros de estudiante en libros de ajedrez, de los que llegué a tener mas de veinte, que me empujó a aceptar la presidencia del club de ajedrez de la universidad, casi muerto en ese entonces, y junto con un gran soñador del ajedrez, mejor que yo en esas lides y con más hambre incluso por este arte, armar torneos, simultáneas, invitar a Expertos y Maestros Nacionales, asistir a eventos, seguir los grandes torneos en revistas y periódicos.

Recuerdo que cuando conocí la obra de Jorge Luis Borges, lo primero que me atrajo fueron sus sonetos del "Ajedrez". Aunque no recuerdo bien. ¿El Ajedrez me llevó a Borges o Borges me hizo amar el Ajedrez? No recuerdo en verdad...

    ¿Que Dios detras de Dios la trama empieza?


Aquellos libros de mi pequeña colección eran casi literatura pura. Mencionaban palabras mágico-maravillosas, como "enroques", "alfiles", "Rey", "encarnizada Reina", "Torre directa", "Peón ladino"... (¿o no era así? creo que no importa mucho). Me enseñaron a tratar de dominar el centro del tablero, como si de la vida misma se tratara. A tramar estrategias de corto y largo plazo. A aprender las aperturas, planificar el medio tiempo, diferenciar y programar los finales. Esto último era mi gran debilidad por cierto. Me hicieron aficionarme por la Siciliana, que no era tan atractiva como su nombre pareciera indicar, pero era bastante efectiva. Me gustaba aquella que terminaba con un Fianccetto, creo que más por el nombre que por el resultado. Aunque este último tenía una estética impresionante si se lograba bien.

En fin.

Puede que sea cierto que el Ajedrez está en decadencia, puede que no. Yo personalmente no me lo creo mucho. Puede que los grandes premios de los grandes maestros sí lo esté. Así como otras artes y otros deportes, éste no tiene porqué ser un generador de ingresos extraordinarios para que pueda subsistir en el tiempo. Ya en mí tendrá un multiplicador apasionado cada vez que pueda, con el poco tiempo que pueda dedicarle y los pocos recursos intelectuales y de memoria que posea.

Y seguiré escribiendo del tema, aunque nadie vaya a leerlo. Como dicen que decían, la intención es lo que cuenta.

Comentarios

Martín dijo…
Tecnorrante, que disfrutes del libro, esperamos que no te asuste el tamano ni el precio. Abrazos.

P.S: muy buena la foto del ajedrez, las piezas de las reinas son estupendas.
Biscuter dijo…
Acabo de leer la novela de Abel Prieto, titulada lezamianamente "El vuelo del gato". Aparte de ser un homenaje a Lezama y a John Lennon, contiene unas páginas espléndidas sobre el ajedrez.

Abel Prieto es, por cierto, el Ministro de Cultura de Cuba. Con humor suele decir: "Soy marxista-lennonista".

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