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En casa

El vuelo de regreso estuvo bien tranquilo, con el avión full como en un noventa y tanto porcieto. ¿Es una manía de los que estudiamos ingeniería tratar de mencionar números en los cuentos que echamos? Podría escribir solamente "el vuelo estaba casi completo", lo cual no deja de ser una metáfora extraña, o "el avión casi llenó todos sus asientos". Bueno. Lo cierto es que el aparato ese estaba a reventar, pero muy tranquilo todo, los problemillas de siempre cuando aborda la gente y busca acomodo para el equipaje de mano y se dan cuenta ya los últimos (quien escribe es un ejemplo) que no podrán hacerlo porque casi todos subieron más equipaje de mano del que los compartimentos aguantan. La poca experiencia obtenida en esto de volar como pasajero en aparatos mecánicos me da enseñado que no vale la pena molestarse con las azafatas o aeromozas o sobrecargos (o como quiera que le llamen ahora a ese cargo) por este motivo, así que cuando ví que no podrían con mi pequeña pero abultada maleta, le comenté a una de las azafatas, que gentilmente y con cara y gesto de agradecimiento por la comprensión por el problema, tomó la maleta, me dió un recibo y se la entregó a otro que ya tenía un par para llevar a la panza del avión.

Al llegar a Aeropuerto Simón Bolívar, de Maiquetía pasé de nuevo la sorpresa (aún no me acostumbro por completo) de no tener que hacer grandes colas o filas de gente para hacer el trámite de inmigración. Las instalaciones nuevas son blancas, limpias, amplias, modernas, con una cantidad interminable de casetillas con funcionarios de cara cansada o aburrida que hacen el chequeo bastante rápido (o no, dependiendo del humor en que uno los consiga). Cada uno tiene una computadora portátil con un lector de huella digital (que nunca usan) y una pequeña cámara web (que tampoco usan nunca) que se supone que les sirve para tomar la huella y la foto de cada persona que entra a nuestro país por vía aérea.

En las tiendas Dutty-Free aproveché comprar una botella de Amaretto Disaronno, y otra de Glenfiddich 12 años (que aún sigue siendo el whiskey de malta que más aprecio). Buen precio considerando que lo cobran en dólares a precio internacional pero a cambio oficial. Lástima que no tienen una buena variedad de vinos, aunque tienen botellas de Marques de Riscal Reserva 2000, que es una excelente selección de la rioja.

El resto fue coser y cantar, o dormir en el taxi, que es lo que mejor hago cuando subo de La Guaira a Caracas.

Comentarios

Anónimo dijo…
Que conste que tuviste la oportunidad de quedarte de aquel lado del puente con tu botellita. Después no queremos quejas cuando se caiga...
Tecnorrante dijo…
Que porfía la tuya y la de Altazor con el Balvenie.

Glenfiddich pa' to' el mundo!!!

:-D

Abrazo
luzcaraballo dijo…
Bienllegado (cómo me gustaría decir "Bienvenido") a Venezuela.
Anónimo dijo…
Excellent, love it!
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Guía rápida para pasar como un experto en vinos

Hace poco leí un artículo con este título en un diario gringo en línea y pensé que podría escribirle a mis panas locales una guía similar, tomando ideas de ese texto, intentando no copiar descaradamente, y adaptando un poco el tema a nuestro mercado, aunque quizás funcione también para otros países vecinos. Acá van entonces algunos consejos para que cualquiera de Ustedes pueda parecer y sonar como todo un experto en vinos, claro que es importante ponerlos en práctica cuando uno se encuentre en compañía de colegas, amistades o familiares, que eso de tratar de convencerse a uno mismo no parece ser muy útil. Compra vinos –o recomienda comprarlos– en bodegones o supermercados de alto nivel. Justifica los precios mayores con aquello de que en esos sitios las botellas tienen mayor rotación, pues la gente de dinero toma más vino que güisqui dieciocho años. Llama siempre cepas a las uvas. Es exactamente lo mismo, pero te hace parecer un conocedor.

Fast track: SDQ-SJU-SDQ

Vuelo de nuevo ida por vuelta a San Juan desde Santo Domingo. ¡Que santas suenan estas ciudades! Santo, Santo, Santo es el Señor. El Domingo regresé casi a medianoche a Santo Domingo sin mucho problema, sólo lamentando no haber tenido tiempo de comprar un juego de copas Riedel que bastante falta me hacen, pues las copas de cristal para vino tienen la mala costumbre de quebrarse con frecuencia. Una copa Riedel cuesta en Caracas aproximadamente $30,00 (treinta dólares americanos), una sola copa, repito. En cambio en nuestro hermano norteño, tan denigradito él por estos días, un juego de cuatro copas de la misma marca y sabor cuesta unos cuarenta pedruscos similares ($40,00). Cuatro copas completicas con base y todo. ¿Las ventajas del mercado de oferta y demanda? Igual creo que la semana que viene me toca otro vuelo fugaz y contaré con más dinero, quizás entonces pueda darme el pequeño lujo.