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Avanza Noviembre

Ayer fui a comprarme un nuevo traje en el Sambil. Como ya estaba prevenido por un cuento que leí de niño, no me compré el traje invisible para emperadores, que salía más caro y que obligaba a desfilarlo en medio del pasillo más largo de ese centro comercial.

Hace un par de años que compro los trajes en el mismo sitio, en la tienda Fabiano del Sambil. Esta vez el traje me pareció carísimo, pero me dió una santa ladilla ponerme a recorrer otras tiendas. Creo que muchas veces he podido ahorrar algo de dinero, pero la mala costumbre de hacer compras lo más rápido posible, en especial cuando se trata de ropa y zapatos, me debe haber impedido conseguirlos, seguro. No niego que en algunos temas estos del vestir soy medio delicado. Prefiero comprar un traje en un millón, pero que me quede bien y lo sienta ligero y de buen corte, que dos trajes en quinientos mil pero que sean así medio boniticos. Me ayuda mucho el hecho de no tener verguenza alguna en ponerme muchas veces lo mismo. También ayuda el hecho que para nosotros los hombres, si toda una semana andamos en traje negro, pero con diferentes camisas y corbatas, pues la cosa pasa sin pena ni gloria.

Acá en la capital el uso del traje y corbata es casi obligado en el mundo ejecutivo y de consultoría. Aún sabiéndolo, desde hace casi un año me he estado rebelando un poco, especialmente con el tema de la corbata. ¿Será que me estoy poniendo más gordo y ahora la corbata me molesta?

Cuando pienso en este tema, recuerdo un poema de Nicanor Parra, llamado "Autorretrato":

Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.
...

Me imagino a un profesor de traje envejecido, el profesor y el traje, con un gabán encima más viejo aún, de color ya indefinido, y zapatos a juego. La imagen del poema es muy triste y oscura, pero creo que me quedó grabado el poema con el hecho de andar todo el día, todos los días, en traje y zapatos "de vestir", pues conocí esos versos cuando aún era estudiante universitario, y los 'bluyines', las 'chemises' y los zapatos 'de goma' eran el uniforme nuestro de cada día.

No me resistiré a copiar el poema completo. Es demasiado bueno.

Considerad, muchachos,
Este gabán de fraile mendicante:
Soy profesor en un liceo obscuro,
He perdido la voz haciendo clases.
(Después de todo o nada
Hago cuarenta horas semanales).
¿Qué les dice mi cara abofeteada?
¡Verdad que inspira lástima mirarme!
Y qué les sugieren estos zapatos de cura
Que envejecieron sin arte ni parte.

En materia de ojos, a tres metros
No reconozco ni a mi propia madre.
¿Qué me sucede? -¡Nada!
Me los he arruinado haciendo clases:
La mala luz, el sol,
La venenosa luna miserable.
Y todo ¡para qué!
Para ganar un pan imperdonable
Duro como la cara del burgués
Y con olor y con sabor a sangre.
¡Para qué hemos nacido como hombres
Si nos dan una muerte de animales!

Por el exceso de trabajo, a veces
Veo formas extrañas en el aire,
Oigo carreras locas,
Risas, conversaciones criminales.
Observad estas manos
Y estas mejillas blancas de cadáver,
Estos escasos pelos que me quedan.
¡Estas negras arrugas infernales!
Sin embargo yo fui tal como ustedes,
Joven, lleno de bellos ideales
Soñé fundiendo el cobre
Y limando las caras del diamante:
Aquí me tienen hoy
Detrás de este mesón inconfortable
Embrutecido por el sonsonete
De las quinientas horas semanales.

De Poemas y antipoemas (1954)

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