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Caribeando

Saltando de una a otra ciudad llega a hacerse cotidiano, como cuando estaba en la universidad, en Barquisimeto, los primeros años y viajaba cada fin de semana o cada dos fines de semanas de allá para Barinas, luego de regreso dos días después, luego repitiendo el periplo dos semanas después, luego visitando amigos en Carora, familiares en Valencia, bonches kilométricos en Acarigua, partidas de ajedrez en Barcelona y Puerto La Cruz.

Ahora el autobús o aquel nostálgico escarabajo que andaba a velocidades estrepitosas mutaron en aviones de códigos llenos de kas, yes y enes, de butacas igual de incómodas y compañeros de viaje anónimos cuyos rostros a veces parecen de rasgos indefinidos como el de aquel cuadro que adornaba la tapa de uno de los libritos que leí hace mucho en aquella también lejana casa de estudio. Las cachapas de difusos rellenos de los vendedores que subían a los autobuses trocaron en insípidos sanduchitos con refrescos o agua mineral y un cafecito que se bambolea peligrosamente sobre las pequeñas mesas plegables que a veces se baten con libre albedrío cuando alguna nube inquieta juega con los alerones.

Estas divagancias salen solas sobre la mesa barata de un apartotel de igual valía en una calle sin importancia en una ciudad sin importancia a una hora sin importancia y estimo que la importancia de todas estas palabras ya se está desmoronando tanto como mis ganas de seguir despierto.

Amanecerá y volaremos.

Comentarios

Anónimo dijo…
Bueno, son "saltos" que da la vida cotidiana

¿Politécnico o Ucla?

Saludos
escribir esperando el amancer dejando ke la mente divague es un placer no una tortura

nos leemos
Biscuter dijo…
Buena anotación.

Saludos y felicitaciones por la reciente noticia.

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