Un futuro no tan lejano

Los elevados precios del petróleo, nuestro amado oro negro, y el hecho que se hayan sostenido en los cielos durante tanto tiempo, está finalmente generando la sinergia tan necesaria para que sea posible (ahora sí) asomarse a la posibilidad de que algún científico no tan loco, o un grupo de ellos, consiga el reemplazo definitivo de los combustibles fósiles, que tanto han contribuido al crecimiento de la civilización como la conocemos, y también a muchos de los desastres que ha traído consigo.

Shai Agassi, el informático ahora convertido en futuro dueño de cadenas de abastecimiento eléctrico vehicular, es apenas un trozo de hielo de un posible iceberg inmenso que en algún momento se nos aparecerá en las narices y contra el que deberíamos estar preparados con bastante antelación y no precisamente con una banda de músicos en smoking.

Esta no es una reflexión difícil, no hace falta ser un gran visionario para imaginarse este porvenir que pareciera bastante cercano. La economía mundial tiene ya bastante tiempo dejándose manejar por grandes corporaciones e intereses individuales o de pequeños grupos con mucho poder, que reaccionan a ciertos estímulos, especialmente a los económicos.

El tema me parece importante pues, por casualidades de esas que escapan de uno, me tocó nacer y vivir en un país cuya economía, y por tanto la vida de todos sus habitantes, depende casi en su totalidad de esos barriles de fluido negro que se extraen de las entrañas de la tierra y que nuestro gobierno vende a algunos países y regala a otros. Si a este país lo agarra desprevenido el cambio que se avecina, me imagino que no pasará mucho tiempo para que el tema macro nos toque a los micro en nuestra vida diaria.

Y en estos temas a uno no le queda mucho más que escribir un poco. Ya tenemos unos cincuenta años de democracia en este país, de los que unos cuarenta hemos dependido casi por entero del petróleo. La Wikipedia define democracia como
    "La democracia, literalmente gobierno del pueblo, es un sistema de organización, que adopta formas variadas, en el que las personas que la integran tienen la posibilidad de influir abiertamente y de manera legal sobre el proceso de toma de decisiones."

Muchos protagonistas de nuestros gobiernos han dicho hasta cansarse (o cansarnos) que el petróleo es de todos nosotros, pero no han dicho cómo podemos algunos de los que nos sentimos aludidos influir en la forma como invierten ese recurso. Le pregunté a mi papá y a los abuelos de algunos panas y a ninguno le preguntaron o le pidieron opinión de a quién venderle o a quién regalarla tantos o cuantos barriles del crudo en cuestión.

Creo que esas actividades son potestad del Ministro de algo, o del Presidente. Pero ¿como hacemos los peatones si opinamos que nos parece que el petróleo debería invertirse de otra manera? Creo que hay salidas para eso en alguna ley o en la constitución. Debe haber algo así como que uno puede recoger firmas para convocar un referendum y destituir al ministro o pedirle que cambie la política de inversión o de ventas. Pero uno no tiene tantos panas o conocidos que piensen como uno como para recoger decenas de miles de firmas. Imagino entonces que el concepto de democracia implica también que el peatón que no tenga tantos panas está equivocado por defecto, y tiene que esperar cinco años (o seis o siete, dependiendo de la constitución de turno) para opinar -post mortem- que el mencionado no tenía razón, estampando un poderoso voto en una computadora megatrónica y esperando a que unos cuatro o cinco millones opinen igual.

Ni modo. Igual no tenía intención de opinar acerca de a quién se le vende o no el petróleo. Ni poner en entredicho un sistema político, pues ya quien tenga más de dos dedos de frente debe saber que ninguno es perfecto, ni siquiera muy bueno. Lo que quería escribir era del tema ese de la pronta decadencia (o su posibilidad no tan remota) del crudo negro como motor de todo lo que conocemos que se mueve, y que además nos mueve a todos. Y los países que dependen de ese recurso como única forma de subsistir deberían ya estar inventándose alternativas para sustituir esa dependencia. Y por más que leo los periódicos no consigo una pista de que se esté haciendo algo decente al respecto por estos lares.

Quizás no sea tan malo después de todo. Quizás sea cierto que todo tiempo pasado fue mejor, y que volver a transitar de pueblo en pueblo en una carreta de mulas sea tan placentero como se veía en "La Pequeña Casa de la pradera". Miren que las mulas son más fáciles de alimentar que una cuatro por cuatro.

Quizás me estoy ahogando en un vaso de agua, y algún científico del FONACYT o un genio economista del MPD estén a punto de descubrir la solución a nuestra crudo-dependencia. Incluso creo que es mejor pensar que es así, y dormir tranquilo sabiendo que nuestra democracia sabrá cómo resolver el rollo cuando suceda y que si no lo hace, ya iré a votar varios años después para expresar mi desacuerdo.

Amanecerá y veremos.

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