De regreso

Amanece lloviendo medianamente, si se le puede llamar así a un chubasco lento pero largo. Como en muchas, muchísimas lamentablemente, ciudades latinoamericanas, las calles no están preparadas para las lluvias largas, que rápido las anegan, las inundan poco a poco, haciendo aparecer como por artes divinas miles de colillas de cigarrillos y papelitos de todos los colores, que flotan alegremente por doquier.

Intento irme en el vuelo de las cuatro quince de la tarde. Claudia, la chica que me atiende el teléfono, me busca infructuosamente en el sistema de reservas de la aerolínea, una vez, dos veces, a la tercera se cansa y me pregunta: "¿Usted tiene más de un apellido?", pregunta que me sorprende al tiempo que me saca una sonrisa inmediata. ¿Será que no están acostumbrados a que uno tenga más de un apellido?, pensamiento capcioso. Le doy el código de reservación. Nada. Le doy mis dos apellidos. Nada. Le doy mis dos apellidos y mi primer nombre (sí, también tengo dos nombres). Nada. Me provoca darle mi apodo, mi fecha de nacimiento, el número de amigos que tenía en sexto grado, el nombre de la primera maestra de primaria de la que me enamoré, el precio de mi Atari 2600, el apellido del funcionario que me sacó el pasaporte la seguna vez, el modelo del reloj de pulsera que siempre he querido y cada vez veo más distante... Pero lo pienso dos veces y caigo en cuenta que seguramente no servira de nada tampoco.

Le prometí a Claudia llamar a Caracas y conseguir el localizador correcto y volver a llamarla. Sé que pedirle que se comunique a Caracas, a la agencia de la misma empresa que ella representa, será demasiado pedir. El concepto de "Customer Relationship Management" aún está verde por estos lares.

Ni modo.

Comentarios

luzcaraballo dijo…
Este post califica de Garcíamarqueciano perfectamente. No sólo la situación en si, sino el maravilloso buen humor con el que la recibes y manejas, sólo es entendible por quienes hemos crecido en Macondo.