
Ni D. ni yo nos dimos cuenta de cuándo se me extravió la cartera. Por toda la ciudad, en el metro, en la torre, habían letreros y avisos para que uno el turista, descuidado por la misma naturaleza de ser turista, tuviese cuidado con los carteristas. Yo no quise ser menos (descuidado) pero más por evitar el peso que por precaución extrema, saqué la cédula de identidad, mis carnets de membresía al algunos clubes de libadores del noble caldo de la vid, las tarjetas de millas de las dos aerolíneas que más uso, y las dejé guardadas... en la maleta viajera.
La maleta entonces regresó con todos esos documentos. La cartera no. ¡Que envidia a mi cartera! Espero que disfrutes mucho de Paris, y de cualquiera otro de aquellos parajes europeos mágicos a donde tengan a bien llevarte en lo que te queda de vida!
Tengo que salir a comprar una cartera.
Ya vengo.
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