[K]ilosanto

El único parentesco que unía a Ernesto Kilosanto con su famoso antepasado se había acabado para siempre. No es que esto de los parentescos le interesara, al fin y al cabo era un engaño inteligente que había sabido mantener en el tiempo. Desde niño, cuando aún no se apellidaba así, jugaba a dibujar rúbricas ininteligibles para cuando fuese mayor, aunque ninguna con K.

Ya era mayor, demasiado mayor. El hilo había desaparecido y con él su anhelo de una vejez tranquila, de una muerte placentera. Ya era mayor, y más lo era la amante anciana que acababa de perder y cuyo apellido había asumido como una prueba más de aquello que nunca quiso nombrar, pero que ahora le iba a pesar cada día, cada hora, cada minuto de los pocos que le quedaban.

Comentarios