Domingo Lecter

Para entretener la madrugada (levantarse antes de las nueve de la mañana un domingo es considerado como madrugonazo en mi concepción del tiempo y el espacio) tomé el último ejemplar de la revista Veintiuno y me zampé sus primeros artículos. Delicioso especialmente el de Alberto Soria -"En la verdadera cocina, el talento se busca con lupa, se cultiva y se protege. En las demás, con fuegos artificiales y nitrógeno líquido, se deslumbra y se cobra"-.


Antes de salir a no se qué diligencia de las que D. se saca de la manga los fines de semana, converso un rato con mi primo, llegado ayer de tierras carabobeñas pa' matar el fin de semana en la capital. Hablamos de la familia, de contadurías, de Bucaramanga y del lugar común en que se ha convertido la comparación entre el nivel educativo de los habitantes de nuestra hermana república y nuestros coterráneos en general. Se me ocurrió comentarle mi alegre teoría acerca de lo pernicioso que significa para la educación venezolana el que la remuneración de los profesores universitarios no esté atada, al menos en parte, al su desempeño anual.


Para terminar la madrugada, vuelvo a Augusto Monterroso.