Hay veces que uno toma una foto por la ventana del auto, a la carrera, de noche, y la cámara y sus caprichos forman imágenes extrañas, borrosas, desechables pensaría uno a la primera de cambio.
Luego con el tiempo uno vuelve a verla, la mira de un lado, observa los colores y las tonalidades, lo que parecen luces y sombras, las formas borrosas toman otro sentido, dirían los semiólogos que adquieren otros significado, que uno las cambia al observarlas y quizás sea cierto y uno las transforma permanentemente de tanto mirarlas y pensar si desecharlas o no.
Y de repente pasa, y se convierten en un paisaje abstracto, quizás con un platillo volador sobre un ambiente de otro planeta que nos quiere decir algo muy distinto de lo que la imagen original susurraba en su momento.
Luego con el tiempo uno vuelve a verla, la mira de un lado, observa los colores y las tonalidades, lo que parecen luces y sombras, las formas borrosas toman otro sentido, dirían los semiólogos que adquieren otros significado, que uno las cambia al observarlas y quizás sea cierto y uno las transforma permanentemente de tanto mirarlas y pensar si desecharlas o no.
Y de repente pasa, y se convierten en un paisaje abstracto, quizás con un platillo volador sobre un ambiente de otro planeta que nos quiere decir algo muy distinto de lo que la imagen original susurraba en su momento.
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