Amanecí tarareando...

Dijo hola y adiós,
y el portazo sonó como un signo de interrogación.
Sospecho que así...
se vengaba a través del olvido
Cupido de mí.
No pido perdón,
¿para qué? si me va a perdonar
porque ya no le importa...
Siempre tuvo la frente muy alta,
la lengua muy larga
y la falda muy corta.

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