Dejé de comer cacahuates

O maníes, que creo que también es válido. En fin, que decidí hace unos días dejar de comerlos. Hasta entonces me atragantaba de cacahuates a diario, compraba los de la bolsita roja, los de la bolsita verde, los de la azul, los acaramelados, los japoneses, los naturales, los sin cáscara, los con cáscara. Todos, unos más sabrosos que otros, una más feos, unos insípidos.

Pero hace un tiempo comencé a pensar en los elefantes. ¿No estaría quitándole yo, con mi mala manía, con mi fijación por los cacahuates, la comida de la boca a algún elefante bebé? ¿Alguna elefanta habrá perdido fuerzas y evitado parir un pequeño elefantico por no tener suficiente vitamina cacahuática para consumir durante su período de gravidez?

Esas y muchas otras interrogantes más fueron llenando mi cabeza de preocupaciones, tantas que pasé dos enfermedades, más de siete migrañas, sendos salpullidos y marcas en diversos lugares del cuerpo, sudores fríos inesperados. Ya casi no dormía.

Entonces lo hice. Dejé de comer cacahuates. Ahora vivo tranquilo, puedo visitar los zoológicos sin remordimiento de ningún tipo, puedo disfrutar de una noche de circo clásico sin inmutarme y ahora hasta sonrío.

Pero ayer me dí cuenta de algo en lo que no había reparado nunca: me gustan demasiado las zanahorias. Siempre tengo grandes cantidades de zanahoria en la nevera.

¿Afectará eso en algo a la población de conejos?

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