
Me tomé la semana pasada una botella de Caballo Loco No. 7. La botella me la había traído de Santiago de Chile una gran amiga, pero yo no había podido ir a buscarla al lugar donde la había dejado. Después de algo más de tres años la recuperé y pude disfrutarla. No había perdido su encanto, una característica importante de los "vinos de guarda", por lo que pude apreciar de nuevo porqué es tan alabado este noble caldo.
El compadre, de visita por aquellos lares, me envió por el B.B. una foto de una caja del número 10 que seguramente degustaremos en poco tiempo.
Salud, y mucho vino!