Hoy amanecí cumpliendo treinta y siete abriles, literalmente hablando. No sé porqué razón desde hace varios años, por estos días, amanezco recordando el poema de Vallejo. Él no mencionó Abril, sí a París, a un aguacero y un jueves, pero murió en Abril, hace ya tres días y sesenta y tantos años. Eso me recuerda que tengo en deuda personal escribir mi epitafio, que siempre es un ejercicio interesante, como los que hacíamos en aquel lejano taller que luego se convertiría en la Casa de las Letras Antonio Arráiz. ¿Que será de la CLAA? Le preguntaré a los Biscuter. El día amaneció excelente, por cierto. D. me invitó a desayunar en un pequeño restaurante de esos que mezclan con cierto éxito el estilo del fast-food, con platos preparados con buen sabor y mejor presentación. Escogí un plato de combinación, extraña para desayunar pero muy sabrosa, de huevos revueltos acompañados con salmón ahumado y tostadas. Ayer pasé por el CELARG y me entretuve casi una hora contemplando una exposición