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Mostrando las entradas de diciembre, 2008

The Dead Latinos

The Dead Latinos : No sé si esta novela sea buena o peor, pero como la escribió el Señor Flavio Cianciarullo, quien es na' menos que el bajista de Los Fabulosos Cadillacs, pues que tengo que conseguirla para leerla. Amancerá y veremos.

De religiones

Estos días algo lentos (aunque esta vez atestados de trabajo de mi parte), me recordaron el tema religioso (aunque ya no pasan las películas del nazareno por veteve, ni la de Masiste contra los monstruos) y entre idea e idea recordé una religión que quise investigar a ver si me enganchaba, y en verdad que atrapa bastante. La Iglesia del Monstruo Espagueti Volador, o The Church of the Flying Spaghetti Monster , creada por un profesor de física, el iluminado Bobby Henderson , posee la tabla de mandamientos más coherente que he leído hasta el momento: Los 8 mandamientos Realmente preferiría que no actuases como un imbécil santurrón que se cree mejor que los demás cuando describas mi tallarinesca santidad. Si algunos no creen en mí, no pasa nada. En serio, no soy tan vanidoso. Además esto no es acerca de ellos así que no cambies de tema. Realmente preferiría que no usases mi existencia como un medio para oprimir, subyugar, castigar, eviscerar, o... ya sabes, ser malo con otros. Yo no requi

Just for fun

Me entretuve casi una hora jugando este clásico, redibujado en un estilo que lo hace más clásico si se puede. Me llevó a recordar la época de mi primera cónsola de videojuego: la Atari 2600. Mis padres no vivían en un entorno económico muy holgado que digamos, apretado sería la mejor expresión, sin embargo así seríamos fastidiosos los cuatro polluelos (mi cuarto hermano estaba en pañales) que reunieron de donde no tenían y compraron aquel extraño juguete electrónico de precio astronómico, y un par de "cartuchos" con juegos para su tranquilidad y paz familiar, y para permitirnos (sin saberlo) entrar en la era del entretenimiento electrónico en medio de una pequeña Barinas que ya crecía de ser un pueblo del interior, a una ciudad como Dios manda, con más de una avenida y locales comerciales por doquier. Y como el azar concurrente siempre anda por ahí, haciéndole a uno la vida más sabrosa, veo a M. viendo con interés un programa de "Maravillas modernas", hablando nada

Atravesa'os

Los días 24 y 31 de diciembre caerán miércoles, "ambos dos" al igual. Que vaina. Este año decidieron caer más atravesa'os que un orzuelo. No podré ir a mi Barinas querida, pues tendría que ir un día y volver el siguiente. Seguro que no podré ir a mi adoptada Duaca, contimenos a Barquisimeto, mi otra tierra adorada. Quizás el (el también atravesa'o) fin de semana. Revisando el calendario de la máquina, ese que aparece al fondo a la derecha, ví que en el 2003 pasó también. Hago un ejercicio de memoria a ver qué hicimos ese año y, luego de un buen rato, recordé que un guacal de familiares, mis padres, hermanos, varios tíos y tías y los respectivos primos y primas, los metimos en nuestro pequeño apartamento de entonces. Más de veinte personas que durmieron en camas, gavetas de camas dobles y colchones en la sala y pasillos. Faltaron hamacas, yo me hubiese anotado en una, pero no teníamos alcayatas. Nota mental: ponerle alcayatas al apartamento actual . Ya estoy terminando

Dificultad

Una de las actividades más difíciles de realizar en Diciembre es trabajar en Caracas. Y no por el tráfico que cada día se espesa más y más, que incluso le hace pensar a uno lo fácil que es lanzar vaticinios de cuánto falta para que ya no se pueda rodar más por las calles de la capital, y se termine convirtiendo en un gran estacionamiento. Y no por las lluvias que siempre se atrasan, o se adelantan, pero que siempre consiguen a una ciudad poco dispuesta a mojarse, y que muestra su resentimiento obstaculizándolo todo. Es la gente. Y es que todos andan en plan de vacaciones, aunque estén trabajando. Todo el mundo: caraqueños, provincianos de paso, provincianos asentados, turistas (sí, hay unos cuantos), buhoneros, y cualquier otra raza o especie. Todos andan en plan de joda. Todos piensan que la navidad es para celebrar, comprar compulsivamente, comer y beber cual cosacos (con las disculpas respectivas a los nómadas rusos o sus descendientes) y nadie se concentra en su trabajo. Es como u

Antología del cuento triste

Me he comprado varios libros en estos meses. Ahora ando con esta antología recopilada por Augusto Monterroso y Bárbara Jacobs , que inicia con el excelente relato " Bartleby el escribiente ". Por cierto que si me preguntan qué me parece aquello de leer relatos largos en la computadora, podría responder fácilmente: Preferiría no hacerlo .

El Vino toma Caracas

Quizás haya sido que el fuerte estaba en los eventos paralelos, esos a los que era bastante difícil asistir, o talvez hubo complejos problemas de importación, de divisas o de logística, o puede ser que lo bueno haya pasado el jueves y el viernes, y no el sábado que fue el día que decidí pasar por este interesante evento que se convoca dos veces al año. Y es que debe existir alguna buena excusa para que el área abierta el público común y silvestre haya estado tan desabrida. No quisiera pensar que ocurrió a propósito. Llegué unos minutos antes de la hora de apertura del evento. Compré la entrada sin dilación ni las acostumbradas colas caraqueñas. Comencé el recorrido a la hora que abrieron y fue cuando me conseguí la primera decepción: las botellas se estaban refrescando, los stands aún no estaban completamente preparados, el personal de servicio no se mostraba muy servicial que digamos. ¿Porqué no se preparaon con una media hora de antelación para evitar que esto pasara? Seguramente hab

Ejercicio

Desde que tenía uso de razón, a Juan Crisanto le encantaba su nombre. Sentía que el suyo era un nombre redondo, de una sonoridad casi rítmica, un nombre serio y a la vez humilde, un nombre transparente y que lo identificaba y le calzaba como un guante de seda. Cuando se presentaba a algún nuevo conocido, lo hacía con sus dos nombres, haciendo énfasis en las "an", tanto que a veces se le olvidaba mencionar su apellido, de hecho, opinaba muchas veces que el apellido estaba de más, que los apellidos incluso estaban sobrevalorados, que lo único que uno necesitaba era un buen nombre, no, mejor, una buena combinación de dos nombres perfectos. Un mal día, ya bastante entrado en la adolescencia, conoció a otro Juan Crisanto. Le pareció una persona mediocre, indigna de esos dos sendos nombres. Insignificante. Al día siguiente se dirigió al registro notarial para solicitar un cambio de nombre. Desde ese entonces se llama Gustavo.